5/5/11

neil y la cafeteria

Hace algunos años, Neil regentaba una cafetería en el centro de Liverpool.Estaba orgulloso de la decoración de moda de su local y del estilo de su clientela. La cafetería se llenaba por las tardes y por la noche, pero solía haber un periodo de tranquilidad alrededor de las 4 de la tarde.
Un día Neil estaba limpiando la barra pulidísima cuando alguien que no había visto antes entró al bar. Este nuevo cliente parecía estar fuera de lugar. Vestía lo que sólo podría describirse como ropa de campesino: un anorak azul marino, un jersey tejido a mano y un sombrero de lana. Neil miró al hombre desdeñosamente y le preguntó qué quería.

-Un café por favor -contestó el hombre.

Neil hizo el café y lo puso en la barra.

-Serán 30 peniques.

El hombre se llevó la mano al bolsillo y sacó tres monedas de 10 peniques. 
Puso una en la barra enfrente de Neil y después se fue hasta el extremo izquierdo de la barra, donde puso la segunda moneda de diez. Luego se fue al extremo derecho y puso la tercera moneda.

Neil estaba echando chispas; podía sentir cómo su cara y cuello 
se iban poniendo rojos de rabia, pero no dijo nada. Recorrió toda la barra y recogió el dinero. El hombre se tomó el café y se fue.

El día siguiente, a la misma hora, volvió a suceder lo mismo. Neil explicó 
estos dos incidentes a sus amigos, a su clientela habitual cuando llegaron esa tarde. Les dijo que iba a devolvérsela a ese hombre si volvía. Les invitó a que fueran más pronto el día siguiente para que pudieran ver con sus propios ojos cómo lo hacía.

Un día más tarde, el hombre llegó a la misma hora con la misma ropa
y volvió a pedir un café. Neil le sirvió el café como siempre y le pidió 30 peniques. El hombre metió la mano en el bolsillo y sacó una moneda de 50 peniques, dejándola frente a él en el mostrador. Neil sonrió con regocijo, era su oportunidad. Le guiñó el ojo a sus amigos, que se preguntaban qué era lo que iba a hacer.

Neil fue a la caja y sacó dos monedas de 10 peniques para darle el 
cambio. Con una sonrisa irónica, miró al hombre y fue hasta el extremo izquierdo de la barra para dejar una de las monedas. Después fue al extremo derecho y dejó la otra. Volvió al medio del mostrador y miró al hombre

El hombre ni se inmutó, cogió su taza, se bebió el café, se metió la mano 
en el bolsillo, sacó otra moneda de 10 peniques, la puso en el medio de la barra delante de él y dijo:

-¡Otro café, por favor!

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