27/6/11

El rompecabezas del mundo…

Hace algunos años escuché esta historia, de Gabriel García Márquez, que me hizo reflexionar sobre la posición que debe adoptar el hombre a la hora de querer resolver los problemas del mundo…

“Un científico que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Así que pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.

Cierto día, su hijo de 7 años invadió su laboratorio decidido a ayudarlo a trabajar.
El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle, con el objeto de distraer su atención.

De repente, se encontró con una revista en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo:

- Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie.

El científico calculó que al pequeño le llevaría varios días componer el mapa, pero no fue así. 
Pasadas algunas horas escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente:

- Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo

Al principio el padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Pero para su sorpresa, el mapa estaba completo.

Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares, ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz de hacerlo?

De esta manera el padre preguntó con asombro a su hijo:

- Hijito, tú no sabías cómo era el mundo ¿cómo lo lograste?

El niño respondió:

- Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre.

Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo.

El peligro de actuar llevados por la “opinión de los demás”

Un viejo y un joven viajaban caminando, junto a su asno.

Al llegar a una aldea, los niños de la escuela rieron al verlos pasar y dijeron: “Miren a esos tontos, tienen un asno robusto y van caminando, por lo menos el viejo podría montarse en él”. 

Los hombres se miraron y pensaron que deberían de seguir el consejo. Así pues, el viejo se montó en el burro y el joven caminó detrás.

Más adelante, un grupo de gente los miró y comentó: “Miren: El hombre viejo montado en el burro y el pobre muchacho caminando…¡qué abuso!” Así que cambiaron de puestos: el hombre viejo caminaba y el joven montó en el burro.

Entonces otro grupo de gente se acercó y dijo: “Miren, ¡qué muchacho más desconsiderado! El viejo debe ser su padre o su maestro, y va caminando, mientras el joven viaja cómodamente”. Ambos decidieron probar la única posibilidad restante: Sentarse los dos en el burro. Así que montaron ambos en él.

Entonces otro grupo que los vio exclamó: “¡Qué gente tan violenta! El pobre burro está casi muerto de cansancio, mejor sería que lo cargaran ellos en sus hombros”.

Así que otra vez lo discutieron y decidieron llevar al burro en hombros para evitar que la gente hable mal de ellos. Al cruzar por una aldea, una multitud se reunió en alrededor suyo y exclamó: “¿Se habrán vuelto locos? ¡Jamás existieron tontos semejantes: en vez de montar el burro, lo llevan a cuestas!”

El burro, mientras tanto, se puso tan inquieto, que saltó y se cayó desde el puente por el que pasaban, al río, matándose enseguida. Ambos bajaron al río y junto al animal muerto el hombre viejo habló al muchacho: 

“Mira, así como el burro, tú estarás muerto si escuchas demasiado la opinión de los demás. Cada uno de ellos tiene su propia mente, y dirán siempre cosas diferentes. Llevado por la opinión de los demás, irás siempre de un lado para otro. Escucha tu propia voz interior, siéntela y muévete de acuerdo a ella”.

IMG. GRACIOSAS

MOISES




CABEZA DE HOGAR


UNA ROSA DE AMISTAD

Era en Estados Unidos durante la segunda guerra mundial, y era un botón de rosa lleno de vida, pugnando por abrirse y llegar al máximo de su belleza. La familia Ninomiya, familia japonesa, derramó lágrimas de gratitud.

Conrad Holster, vecino de la familia en las cercanías de San Francisco, California, la había cultivado para darles la bienvenida. Y no sólo había cultivado esa rosa, sino que había cuidado del vivero de los Ninomiya durante los cuatro años que habían pasado en el campo de concentración.

La familia japonesa había comprado tierras cerca de San Francisco. Junto con su vecino, Conrad Holster, un norteamericano, habían cultivado rosas. Cuando estalló la guerra, los japoneses fueron internados en campos de concentración. Conrad, el vecino, cuidó como propio el vivero de ellos.

Lo que hizo de esa rosa todo un símbolo es que floreció en el tiempo en que el Japón había bombardeado a Pearl Harbor, puerto de la ciudad de Honolulu, y la familia Ninomiya era una de muchas familias japonesas bajo sospecha, lamentablemente odiadas por los norteamericanos. Pero este vecino vio más allá de su raza, su cultura y su religión.

«La amistad —dijo alguien metafóricamente— es la rosa con que se enriquece nuestro pobre barro humano.» Y es que la amistad verdadera, cuando es pura y profunda, supera todas las diferencias que nos separan.

El proverbista Salomón expresó algo muy interesante acerca de la amistad: «En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia» (Proverbios 17:17).

Si la amistad que decimos tener distingue entre uno y otro —entre un norteamericano y un japonés, entre un rico y un pobre, entre un letrado y un analfabeto, entre un católico y un protestante—, entonces no es amistad. El que ama sólo a los que están de su lado no tiene más que amor por conveniencia.

Jesucristo dijo: «Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.” Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen» (Mateo 5:43‑44). Si Cristo exige amor aun hacia el enemigo, ¡cuanto más hacia el que está separado de nosotros sólo por alguna diferencia de opinión!

Si nos falta amor —amor entre esposo y esposa, entre padre e hijo, entre un pueblo y otro, entre una religión y otra—, es porque no tenemos en nosotros el amor puro de Dios. No suframos más con odio. Cristo quiere cambiarnos con su amor.

Un Mensaje a la Conciencia
por el Hermano Pablo

«ESTOY HARTO DE... BORGES»

(25 Aniversario de la Muerte de Jorge Luis Borges)

Se arrellanó cómodamente en el amplio sillón de cuero, miró a lo lejos con los ojos que sólo veían sombras, y mientras esbozaba una de sus características sonrisas, entre seria y burlona, dijo con voz serena: «Ya he cometido la imprudencia de vivir más de ochenta años. Si es que todavía espero algo, es la muerte, con cierta impaciencia.»

El periodista se quedó mirando extrañado al enigmático personaje que acababa de pronunciar esas palabras, Jorge Luis Borges, uno de los genios literarios del siglo xx. «La idea de que uno va a desaparecer totalmente es agradable, reconfortante —afirmó Borges—. Por lo menos, lo es para mí... Sería horrible seguir siendo, y sobre todo, seguir siendo Borges. Estoy harto de él....

»Hace bastante tiempo que deseché la idea del suicidio; yo creo que, desde que perdí la vista, me interesó tanto haber perdido la vista que... me interesó menos la idea de perder la vida... Antes de mi ceguera pensé muchas veces suicidarme, pero siempre me reservé ese consuelo para más adelante y ahora ya es un poco tarde; yo creo que ya no necesito suicidarme... tengo ya demasiados años —concluyó—: en cualquier momento el tiempo me suicida.»

No obstante, Borges vivió seis años más. Cuando murió el 14 de junio de 1986, faltaban sólo dos meses para que cumpliera ochenta y siete años.

«He escrito mucho sobre Dios —había expresado—, inclusive he escrito una demostración casi humorística sobre su existencia. Pero al fin de cuentas, no sé si creo en Dios... Yo no entiendo a Unamuno, porque Unamuno escribió que Dios para él era proveedor de inmortalidad, que no podía creer en un Dios que no creyera en la inmortalidad. Yo no veo nada de eso.»

Ahí está la solución del enigma. Borges confesó que no veía nada. Había perdido no sólo la vista física sino también la espiritual. Estaba convencido de que su destino era morir ciego, pues así habían muerto su padre, su abuela paterna y su bisabuelo. Pero si bien habría de morir ciego en lo físico, no tenía por qué morir ciego en lo espiritual. Porque Dios envió a su Hijo Jesucristo al mundo a dar vista a los ciegos ( Lc 4:18) y a dar su vida por ellos para que no tuvieran que morir ciegos espiritualmente.

A diferencia de Unamuno, a Borges le costó mucho creer que Dios era proveedor de inmortalidad. Es decir, le costó reconocer que a Cristo le costó la vida proveernos vida eterna. Más vale que en ese sentido nos asemejemos a Unamuno y no a Borges. Porque cuando perdemos la fe y la esperanza de vida eterna, nos hartamos de nosotros mismos y nos impacientamos por ver llegar el día de nuestra muerte. En cambio, cuando vibramos con esa fe y esa esperanza, no nos hartamos de nosotros mismos porque tenemos la vista fijada en Cristo, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, (Heb 12:2) y lo que nos impacienta es ver llegar el día en que comenzaremos a vivir con Él eternamente.


Un Mensaje a la Conciencia
por Carlos Rey 

«EL JEFE ADORADO DE TODA SU FAMILIA»

«Don Juan Rafael Mora nació el año de 1814. Fueron sus padres don Camilo Mora y doña Ana Benita Porras, ciudadanos acomodados; pero este último honrado patricio, debido a su absoluta buena fe en el comercio, murió casi insolvente, dejando sin recursos a una numerosa familia, compuesta, además del hijo mayor, que lo era don Juan Rafael; de don José Joaquín, que después fue general en jefe de los ejércitos centroamericanos en Rivas; de don Miguel, y de siete mujeres, todas acostumbradas a una vida holgada y confortable. Veintiún años tenía don Juan Rafael Mora cuando perdió a su padre, y aquí comienza a exhibir el futuro presidente una de tantas virtudes que lo hicieron tan querido y popular. El joven comerciante había logrado acumular... una mediana fortuna. Así es que la sorpresa de los acreedores del difunto don Camilo fue grande cuando se presentó el ado­lescente don Juanito (que así se lo comenzaba a llamar) en la reunión que para dividirse los bienes de su deudor celebraban, y les manifestó que él venía a pagar todas las deudas del difunto.... En efecto, satisfizo al contado lo que pudo, y lo que no, lo arregló a plazos, constituyéndose único deudor y dando brillantes garantías.

»Desde ese momento el joven Mora fue el jefe adorado de toda su familia. A fuerza de trabajo ímprobo, y favorecido por la fortuna, pronto llegó a ser uno de los hombres más ricos del país....

»[Ya que] había jurado hacer las veces de padre, no sólo de sus nueve hermanos, sino aun de los hijos de esos hermanos, ... el generoso joven, que no se cansaba de hacer sacrificios por los suyos, [recogió, alimentó y educó al] que estas líneas escribe, que era hijo de doña Mercedes Mora, la mayor de las hermanas, que murió a la edad temprana de diecinueve años... dejando tres hijos pobres y desvalidos, pues ya eran huérfanos de padre.... Cumpliendo el juramento que había hecho de no casarse, para no dar una madrastra a sus protegidos, y que sólo formaría una nueva familia cuando hubiera establecido a todas sus hermanas, [don Juan Rafael] permaneció soltero [hasta] 1847 [cuando ya] todos sus hijos e hijas adoptivos (con excepción de una, que era paralítica) se habían casado bien. Por tal razón, satisfizo ese año los impulsos de su corazón, enlazándose con la buena, instruida y entonces bella joven doña Inés Aguilar y Coeto, hija del ex-Presidente de Costa Rica don Manuel Aguilar.»

Así le rinde un afectuoso homenaje familiar don Manuel Argüello Mora, escritor, educador y magistrado de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, a su tío don Juan Rafael Mora Porras, que llegó a ser Presidente de la República. Quiera Dios que influya en nosotros tal como, al parecer, influyó en aquel primer mandatario el siguiente consejo del apóstol Pablo a Timoteo, su hijo espiritual: «Reconoce debidamente a las viudas que de veras están desamparadas. Pero si una viuda tiene hijos o nietos, que éstos aprendan primero a cumplir sus obligaciones con su propia familia y correspondan así a sus padres y abuelos, porque eso agrada a Dios.»1Ti 5:3-4

Un Mensaje a la Conciencia
por Carlos Rey 

SALVAMENTO EN EL MAR

La tempestad era espantosa, con vientos de 120 kilómetros por hora, y rachas que llegaban a los 170. El pesquero ruso «Briz», de seis mil toneladas, se anegaba en las aguas del mar del Norte.

Cuando el capitán Sverdlovsk, del pesquero ruso, vio que su nave se hundía, irradió una llamada de auxilio, y un remolcador holandés, el «Carlot», acudió en su ayuda. Pero el salvamento se hacía casi imposible. Era como si toda la furia de los vientos y las inmensas olas del mar se hubieran propuesto no permitir el rescate de ninguno de los cincuenta y seis marineros a bordo del «Briz».

Después de algún tiempo de tratar de ejecutar el salvamento y de agotar todos los recursos sin poder transferir a un solo hombre, el capitán del remolcador «Carlot», André Ruyg, de cuarenta y dos años de edad y creyente en Dios, hizo lo que para un capitán era insólito. Pidió ayuda divina: «¡Dios mío —rogó—, ayúdanos! Sólo tú puedes calmar este vendaval.»

De repente los vientos comenzaron a calmarse y las inmensas olas perdieron su furia. El salvamento pudo llevarse a cabo, y aunque el pesquero «Briz» se hundió, no pereció ninguno de los marineros.

Las batallas del hombre contra el mar tienen siempre acentos épicos. ¡Es tan grande el océano y son tan pequeños los barcos! ¡Son tan altas las olas y tan frágiles los cascos! Por eso el marinero sabe clamar a Dios, y al igual que en aquella célebre tormenta en el mar de Galilea de dos mil años atrás, Jesús viene en auxilio caminando sobre las olas.

Aprendamos a orar. No es cuestión de aprender ciertos rezos ni oraciones redactadas de cierto modo, sino de establecer una relación permanente con Dios. Practiquemos la presencia de Dios. Vivamos con la línea de comunicación abierta. Que nunca haya un momento en que no estemos en contacto con Dios.

Si no tenemos una relación con Dios, entablemos una sin demora. Si hemos cortado la relación que teníamos, comencemos desde este momento a restablecerla. Así, pase lo que pase, en medio del dolor podremos clamar con la seguridad de que Dios nos está escuchando.

Jesucristo desea ayudarnos en todas las tragedias de la vida. Él puede reprender los vientos y calmar las olas. Lo único que tenemos que hacer es expresarle nuestro temor y esperar con fe en la respuesta. Cristo dijo: «»Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre» (Mateo 7:7‑8).

Un Mensaje a la Conciencia
por el Hermano Pablo


MILES Y MILES DE CARTAS

La cantidad fue creciendo y creciendo. Al principio sólo era una cuenta de interés local. Después se hizo de alcance mundial. Eran cartas: cartas y tarjetas que llegaban de todas partes del mundo.

Craig Shergold, niño inglés de diez años de edad, se moría de cáncer. Su caso, cáncer inoperable al cerebro, despertó simpatía a nivel mundial, y como que el mundo entero volcó su interés en favor del niño.

Entre las miles de cartas que recibió había una que decía: «Yo me haré cargo de la operación del niño.» La carta venía de John Kluge, un millonario norteamericano. Él había hablado con Neal Kasell, eminente neurocirujano, y éste se había comprometido a ver al niño.

Todo fue minuciosamente preparado: el vuelo a Inglaterra, el diálogo con el doctor del niño, el examen y la fecha para la cirugía. Por fin llegó la hora, y la operación, sumamente difícil, fue todo un éxito, y el niño recuperó la salud.

Quizá nunca nadie recibió tantas cartas en toda su vida como este chico inglés. Pero fue una sola, la carta de John Kluge, la que le trajo la salud.

Son muchas las cartas que se escriben diariamente en este mundo. Y uno se pregunta: ¿Qué dicen todas esas cartas? ¿Qué cuentan? ¿Qué informan? La respuesta es obvia: cosas y asuntos humanos.
¿Cuántas de esas cartas traerán alivio? ¿Cuántas levantarán el ánimo? ¿Cuántas mitigarán penas y dolores? ¿Cuántas producirán alegría y felicidad?

Cada uno de nosotros puede escribir esa carta que traerá salud al moribundo. Siendo así, escribámosla. Escribamos cartas, pero no de odio ni de resentimiento. Escribamos cartas de ánimo, de alegría, de consuelo. Levantemos el corazón del triste. Infundámosle fuerzas al débil. Calmemos al atormentado. Consolemos al desconsolado. Quizá uno de nosotros sea la única persona que pueda traer esperanza al que ya no quiere vivir.

¿Hay alguna persona en nuestra vida que necesita aliento? Escribámosle, y digámosle que la amamos. Digámosle también que Dios le ama. No tenemos que aconsejarla ni sermonearla. Lo único que tenemos que hacer es amarla. Esa es la medicina que traerá la salud que nuestros conocidos tanto necesitan.

Si nos cuesta trabajo escribir una carta así, pidámosle a Jesucristo que entre en nuestro corazón. El amor de Cristo invadirá nuestra alma y se desbordará en amor hacia aquel amigo que necesita aliento. Escribamos esa carta. Escribámosla hoy mismo.

«GAMINES», «GOLFOS», «PUNGAS» Y «VAGOS»

La caravana se organizó sola. Nadie la convocó. Nadie la dirigió. De todas las esquinas y plazoletas, de todos los cines y mercados, de todos los barrios de la ciudad, comenzaron a caminar. ¿Quiénes hacían esto? Niños. Decenas de niños. Niños pobres. Niños desamparados. Niños que caminaban solidarios con un rumbo fijo: «La Nueva Jerusalén», uno de los barrios de la gran ciudad.

Iban para asistir al funeral de un compañero muerto, un chico callejero de doce años de edad llamado Wellington Barboza. Lo habían asesinado los narcotraficantes. Uno más, añadido a la lista de víctimas. Era uno de los chicos abandonados, de ocho a doce años de edad, que viven en las calles de Río de Janeiro.
Todas las grandes ciudades tienen sus niños pobres. Son los huérfanos, los desheredados, los corridos de sus casas sin amor y sin cuidado. Irónicamente el niño Wellington Barboza había sido asesinado en un barrio llamado «La Nueva Jerusalén», el nombre que la Biblia da a la eterna ciudad celestial.

Estos niños brasileños, como sus congéneres de todo el mundo, se dedican necesariamente al delito: al robo y al narcotráfico. Y a veces, por la misma vida que llevan, cometen homicidios.

En Bogotá se les llama «gamines», en España, «golfos», en otras ciudades, «pungas» o «vagos», pero todos por igual son víctimas del desamor y la indiferencia. Y su destino es la droga, la agresión, la cárcel y la muerte.

¿Habrá algo que nosotros, los adultos de este tiempo, podemos hacer? Sí, lo hay. En primer lugar, debemos reconocer la honda herida que motiva este comportamiento. Ellos son quienes son, y hacen lo que hacen, porque son víctimas de una sociedad que los ha herido, desamparado y abandonado.

Luego debemos levantar nuestra voz para hacer que tomen conciencia todos —padres, maestros, clérigos, autoridades— de que no hay modo de justificar el abandono de nuestros niños. La realidad es que son nuestros, y su comportamiento refleja el mal que aflige a nuestra sociedad.

Algo más. Padres, cuidemos con amor y atención a los hijos que todavía tenemos en casa. La Biblia dice: «Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor» (Efesios 6:4).

Pidamos de Dios la sabiduría espiritual para librar a nuestros hijos de la ruina moral. Si Cristo es nuestro Señor, hará de nuestro hogar un nido de paz. Invitémosle a que sea el huésped invisible de nuestro hogar. Así aseguraremos a nuestros hijos.


Un Mensaje a la Conciencia
por el Hermano Pablo

23/6/11

el turista

Un señor llega a orillas del mar de Galilea y pregunta cuantos dolares le costara cruzarlo, el botero le dice:
-Cincuenta dolares.

-Me parece un poco caro, dice el señor.
Comprenda que aca camino Jesus sobre las aguas.
-No me sorprende con los precios que cobran.

la mentira y de los mentirosos

El padre, en la homilía del domingo:
Hermanos, hoy vamos a hablar de la mentira y de los mentirosos.
¿Cuántos de vosotros recordáis qué dice el capítulo 32 de San Lucas?

Todo el mundo levanta la mano.
- Precisamente, a eso me refiero. El evangelio de San Lucas sólo tiene 24 capítulos.

el cura y el leon

Va un cura corriendo porque lo persigue un león de repente el cura se arrodilla y dice:
- Señor, te pido que este león se vuelva cristiano.

El león se arrodilla y dice:
- Señor, bendice estos alimentos que voy a consumir.

jonas

Una niña le estaba hablando de las ballenas a su maestra. La profesora dijo que era físicamente imposible que una ballena se tragara a un ser humano porque aunque era un mamífero muy grande su garganta era muy pequeña. La niña afirmó que Jonás había sido tragado por una ballena.

Irritada, la profesora le repitió que una ballena no podía tragarse a ningún humano; físicamente era imposible. La niña dijo:
- Cuando llegue al cielo le voy a preguntar a Jonás.
La maestra le preguntó:
- ¿Y qué pasa si Jonás se fue al infierno?
La niña le contestó:
- Entonces le pregunta usted.

el columpio

A las 3.00 de la mañana suena el timbre de la casa; abre la puerta el dueño y al abrir se encuentra con un completo desconocido y borracho diciéndole:

-¿¿ Señor, por favor, me haría el favor de empujarme un poco, que... ?

El señor le interrumpe indignado:

-Pero como se atreve a tocar a mi puerta a las 3 de la mañana? ! Yo a usted ni lo conozco y en tres horas me tengo que levantar para irme a trabajar. Deje de molestarme y váyase de mi casa!

El borracho se disculpa y se va obediente y cabizbajo.

El dueño regresa a su cuarto, muy molesto; se queda insomne y empieza a sentir un poco de remordimiento de conciencia y piensa:

"Y si me hubiera pasado a mi? Si mi coche se quedara tirado en medio de la madrugada y nadie me ayudara a empujarle? Debemos ayudar al projimo... ¡sabe Dios lo lejos que estará de su casa... ¡ Hay que ser solidario.

Total, que decide salir a buscar al borracho. Abrió su puerta y ya no había nadie, no vio más que el parque de enfrente medio a oscuras, y decidió gritar:

¿ Donde esta el que necesita que le empujeeeeeeee?? ...

Y en eso se oye a lo lejos al borracho:
>

>

>

>

>

>

- Aquiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!... En los columpioooossss!!!

el mala men

El tema del dia en la clase era el miedo, el terror de los niños,
la profesora empieza a preguntar...
Pedrito, ¿de quién tienes mas miedo?*
De 'El viejo del saco'
Pero Pedrito, 'El viejo del saco' no existe, es una leyenda...no debes
tener miedo... *

Mariana, ¿de quién tienes más miedo?
De 'la llorona',
Pero Mariana, 'la llorona' tampoco existe, es una leyenda...no debes tener
miedo...

Juanito, ¿de quién tienes más miedo?
De 'la mano peluda',
Pero Juanito, 'la mano peluda' tampoco existe, es otra leyenda...tampoco tú debes tener miedo...

Pepito, ¿de quién tienes más miedo?
Del 'Mala Men', profesora (el silencio invadía el salon de Clases hasta
que la maestra dijo):
¿El 'Mala Men'? nunca oí hablar de ese, ¿quién es?
Yo tampoco sé quién es profesora, pero me temo que sea el ser
más terrible que pueda pisar la tierra, su maldad es implacable y
su legado de terror se ha esparcido por varias generaciones ya que
todas las noches mi mamá dice al final de las oraciones: '...no
nos dejes caer en tentación y líbranos del 'Mala Men'.

el regalo

Cuando Dios creó a Adán y Eva les dijo: sólo me quedan dos regalos:

'Uno es el arte de hacer pipi de pie...

Y entonces Adán se adelantó y gritó:
'¡¡Yo!!!, ¡¡¡Yo!!!,¡¡¡Yo!!!,

Yo lo quiero, por favor...Señoooor, ¡¡porfaaa, porfaaa!!!

Mire que me facilitaría la vida sustancialmente. 'Eva asintió, y dijo que esas cosas no tenía importancia para ella .
Entonces Dios le dio a Adán el regalo y éste empezó a gritar de alegría.

Corría por el jardín del Edén y hacía pipi en todos los árboles y arbustos, corrió por la playa haciendo dibujos con su pipi en la arena...

En fin, no paró de lucirse.

Dios y Eva contemplaban al hombre loco de felicidad y Eva preguntó Dios:

'¿Cuál es el otro regalo?'

Dios contestó:
'Cerebro Eva, cerebro... y es para ti...!!!

los villetes no van al cielo

Cuentan que un día se mueren todos los billetes y se van al cielo. San Pedro los recibe y piden permiso para entrar, pero les dice que ninguno de ellos puede hacerlo.

¡No fastidies! ¿Pero cómo que no? dice el de 500 €. Yo soy poderoso y tengo las puertas abiertas pues en todas partes me quieren. Igual nosotros dicen los de 200, 100 y 50 €. Todos nos quieren tener, ¿por qué no podemos entrar? Y yo dice el de 20 €.

No insistan dice San Pedro, no pueden entrar al cielo, mmm… tal vez el de 5 € pueda hacerlo.....

En eso se oye un ruídillo, son todas las monedas de 1 €, 0.50, 0.20, 0.10 céntimos que también habían muerto...

Pasen, pasen les dice San Pedro, Las puertas del cielo están abiertas para ustedes....

Los billetes se ponen muy enojados y reclaman, ¿por qué razón ellas que valen menos sí y nosotros no?

San Pedro Les Responde:

¡¡¡ Porque ellas sí van a la iglesia los domingos !!!

EL DIABLO

Una señora muy pobre telefoneó para un programa cristiano de radio pidiendo ayuda, pues no tenía nada que comer.

Un brujo del mal que por casualidad oía el programa consiguió su dirección, llamó a sus secretarios y ordenó que compraran alimentos y los llevaran hacia la mujer, con la siguiente instrucción:

Cuando ella pregunte quien mandó estos alimentos, respondan que fue el DIABLO

Cuando llegaron a la casa, la mujer los recibió con alegría y fue inmediatamente guardando los alimentos que le llevaron los secretarios del brujo.

Al ver que ella no preguntaba nada, ellos le preguntaron:

¿Señora no quiere saber quién le envió estas cosas?

La mujer, en la simplicidad de la fe, respondió:

- No, hijito... No es preciso. Cuando Dios manda, hasta el diablo obedece!

17/6/11

aborto

Con un bebe de brazos, una mujer muy asustada llega al consultorio de su ginecólogo y le dice:

Doctor: por favor ayúdeme, tengo un problema muy serio.
Mi bebé aún no cumple un año y ya estoy de nuevo embarazada.
No quiero tener hijos en tan poco tiempo, prefiero un espacio mayor entre uno y otro...

El médico le preguntó:
Muy bien, ¿qué quiere que yo haga?

Ella respondió:
Deseo interrumpir mi embarazo y quiero contar con su ayuda.
El médico se quedó pensando un poco y después de algún tiempo le dice: Creo que tengo un método mejor para solucionar el problema y es menos peligroso para usted.
La mujer sonrió, pensando que el médico aceptaría ayudarla.
Él siguió hablando: Vea señora, para no tener que estar con dos bebés a la vez en tan corto espacio de tiempo, vamos a matar a este niño que está en sus brazos.
Así usted tendrá un periodo de descanso hasta que el otro niño nazca.
Si vamos a matar, no hay diferencia entre uno y otro de los niños.
Y hasta es más fácil sacrificar éste que usted tiene entre sus brazos puesto que usted no correrá ningún riesgo.

La mujer se asustó y dijo: ¡No, doctor! ¡Que horror! ¡Matar a un niño es un crimen!
También pienso lo mismo, señora, pero usted me pareció tan convencida de hacerlo, que por un momento pensé en ayudarla.

El médico sonrió y después de algunas consideraciones, vio que su lección surtía efecto.
Convenció a la madre que no hay la menor diferencia entre matar un niño que ya nació y matar a uno que está por nacer, y que está vivo en el seno materno.

10/6/11

«EL VENGADOR»

«El cacique Huantepeque asesinó a su hermano en la selva, lo quemó y guardó sus cenizas calientes en una vasija. Los dioses mayas le presagiaron que su hermano saldría de la tumba a vengarse, y el fratricida, temeroso, abrió dos años después el recipiente para asegurarse de que los restos estaban allí. Un fuerte viento levantó las cenizas, cegándolo para siempre.»

Así concluye el brevísimo cuento titulado «El vengador» del escritor hondureño Óscar Acosta, a quien en 1979 se le otorgó el Premio Nacional de Literatura. Lo cierto es que el vengador de la muerte del hermano del cacique bien pudo haber sido Dios mismo, que en su Libro Sagrado dice: «Mía es la venganza; yo pagaré», Dt 32:35; Ro 12:19; Heb 10:30 y lo lleva a la práctica comenzando con el primer homicidio de la historia universal. Pues cuando Caín mata a su hermano Abel, Dios condena a Caín al destierro, a una vida errante como fugitivo, sin que pueda volver a disfrutar de los frutos de la tierra.Gn 4:1-15

Posteriormente, cuando todos los hombres de Sodoma se empeñan en violar a los dos hombres que están hospedados en la casa de Lot, Dios se venga de Lot y de sus huéspedes dejando ciegos a los jóvenes y ancianos que se agolpan contra la puerta de la casa, y acaba por destruir por completo la ciudad y a todos sus habitantes con una lluvia de fuego y azufre.Gn 19:1-29

Más adelante, hay otras dos ocasiones en las que Dios se venga cegando a quienes persiguen a sus siervos, pero no de modo permanente, como en el caso de los hombres perversos de Sodoma o como le sucedió en el cuento al cacique Huantepeque. En la primera ocasión, el siervo de Dios es el profeta Eliseo, a quien el rey de Siria manda capturar debido a que el profeta de Dios ha estado delatando todos sus planes de guerra contra Israel. Cuando el rey sirio manda cercar con caballos y carros de combate la ciudad donde se encuentra Eliseo, Dios rodea a Eliseo con caballos y carros de fuego, y se venga castigando al ejército sirio con ceguera, conforme a la petición del profeta. Pero Eliseo, una vez que los ha conducido hasta dentro de la ciudad enemiga, no sólo pide y consigue que se les restaure la vista, sino que les perdona la vida y manda que les sirvan un gran banquete y les permitan regresar a su tierra, de modo que no vuelven a invadir el territorio israelita.2R 6:8-23

En la segunda ocasión, los siervos de Dios son los seguidores de Cristo, y quien los persigue es Saulo de Tarso. Saulo tiene la intención de llevar presos a Jerusalén a los discípulos del Señor cuando Dios lo intercepta camino a Damasco con una luz resplandeciente que lo deja ciego durante tres días. Sin embargo, la misericordia de Dios es tal que su Hijo Jesucristo —que ya hacía algún tiempo había muerto crucificado por culpa de sus hermanos judíos pero que, a diferencia del hermano del cacique en el cuento de Acosta, sí había salido corporalmente de la tumba— no se venga como es de esperarse, sino que le devuelve la vista a Saulo y lo comisiona como apóstol de los gentiles para que sea su portavoz a las naciones y a sus reyes. De ahí que Cristo le diga: «Te envío a éstos para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz... a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados...»Hch 9:1-19; 22:3-21; 26:9-20; Ro 11:13; Gá 2:8


Un Mensaje a la Conciencia
por Carlos Rey 

2/6/11

¿Puedo ser Cristiano sin unirme a una iglesia?

Si, es posible. Pero es como ser: 
 
... un estudiante que no asiste a la escuela. 

... un soldado que no se une al ejército. 

...un ciudadano que no paga impuestos ni vota. 

...un vendedor que no tiene clientes. 
 
... un explorador sin un campamento de base. 

... un marinero en un barco sin tripulación. 

... un comerciante en una isla desierta. 

... un escritor sin lectores. 

... un padre sin familia. 

... un jugador sin equipo. 

... una abeja sin colmena. 

¿Quieres ser un cristiano así?

Lo que el dinero puede comprar



EL DINERO COMPRARÁ: 

Una cama pero no sueño 

Libros pero no sabiduría 

Comida pero no apetito 

Adornos pero no belleza 

Atención pero no amor 

Una casa pero no un hogar 

Un reloj pero no tiempo 

Medicina pero no salud 

Lujo pero no cultura 

Asombro pero no respeto 

Póliza de seguros pero no paz 

Diversión pero no felicidad 

Un crucifijo pero no un Salvador

El ángel

Cuenta una antigua leyenda que un niño estaba por nacer, tuvo esta conversación con Dios

- Me dicen que me vas a enviar mañana a la tierra, pero ¿Cómo viviré tan pequeño en indefenso como soy? 

- Entre muchos ángeles escogí uno para ti. El te está esperando y te cuidará. 
 
- Pero dime, aquí en el cielo soy feliz, no más que cantar y sonreír. - Tu ángel te cantará y sonreirá todos los días y tú sentirás su amor y serás feliz. 

- ¿Y cómo entenderé lo que la gente me hable, si no conozco el idioma de los hombres? 

- Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y cariño te enseñará a hablar. 

- ¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo? 

- Tu ángel te juntará las manitos y te enseñará a orar. 

- He oído que en la tierra hay hombres malos ¿Quién me defenderá? 

- Tu ángel te defenderá aún a costa de su propia vida. 

- Pero estaré siempre triste porque no te veré más Señor. 

- Tu ángel te hablará de mí y te enseñará el camino para que regreses a mí, aunque yo siempre estaré a tu lado.
En ese instante, una gran paz reinaba en el cielo, pero ya se oían voces terrestres, el niño presuroso repetía suavemente: 
 
- ¡Dios mío, si ya me voy, dime su nombre! ¿Cómo se llama mi ángel? 

- Su nombre no importa... Tú le dirás MAMÁ...

Banco del tiempo

Imagínate que existe un banco, que cada mañana acredita en tu cuenta, la suma de $86,400. No arrastra tu saldo día a día. Cada noche borra cualquier cantidad de tu saldo que no usaste durante el día. ¿Qué harías? Retirar hasta el último centavo, ¡por supuesto! Cada uno de nosotros tiene ese banco. Su nombre es tiempo. 

Cada noche, este banco te acredita 86,400 segundos. Cada noche, este banco borra, y da como perdido, cualquier cantidad de ese crédito que no has invertido en un buen propósito. Este banco no arrastra saldos. Ni permite sobregiros. Cada día te abre una nueva cuenta. Cada noche elimina los saldos del día. Si no usas tus depósitos del día, la perdida es tuya. No se puede dar marcha atrás. No existen los giros a cuenta del depósito de mañana. Debes vivir en el presente con los depósitos de hoy. Invierte de tal manera, de conseguir lo mejor en salud, felicidad y éxito. El reloj sigue su marcha. Consigue lo máximo en el día. 
 
Para entender el valor de un año, pregúntale a algún estudiante que perdió el año de estudios. Para entender el valor de un mes, pregúntale a una madre que alumbró a un bebé prematuro. Para entender el valor de una semana, pregúntale al editor de un semanario. Para entender el valor de una hora, pregúntale a los amantes que esperan a encontrarse. Para entender el valor de un minuto, pregúntale a una persona que perdió el tren. Para entender el valor de un segundo, pregúntale a una persona que con las justas evitó un accidente. Para entender el valor de una milésima de segundo, pregúntale a la persona que ganó una medalla de plata en las olimpiadas. 

Atesora cada momento que vivas. Y atesóralo más si los compartiste con alguien especial, lo suficientemente especial como para dedicarle tu tiempo. Y recuerda que el tiempo no espera por nadie.